Horas antes que el Presidente Belisario Betancur levantara oficialmente el telón del VI Festival Internacional de Teatro, se realizó un colorido y representativo desfile de actores que tuvieron como escenario las principales calles de Manizales, ciudad levantada como en una teatral escenografía, sobre el lomo de la Cordillera Central que atraviesa a Colombia.
Fue un desfile majestuoso que culminó en la Plaza de Bolívar, donde los grupos “Bread and Puppet”, de Estados Unidos; “Taller de Colombia”, de Colombia; y “Teatro de la Ciudad” del Perú, se integraron y bajo la Dirección de Peter Shuman, representaron La Crucifixión y Resurrección del Arzobispo de El Salvador, Oscar Romero.
Alrededor de 50 actores, en su mayoría encaramados en zancos manejados con destreza asombrosa, narraron simbólicamente la forma como el mencionado Arzobispo fue asesinado, en momentos en que se encontraba pronunciando un sermón, desde el púlpito de la Catedral de El Salvador.
Ese fue el preludio de una deliciosa semana en la que en las calles de Manizales no se sintió, ni se habló de cosa diferente que no fuera teatro. Del VI Festival Internacional de Teatro de Manizales.
Y no era para menos. Desde que se bajó el telón por última vez en 1973, los residentes en esta ciudad y los teatreros de toda Colombia esperaban ansiosos la reanudación de este festival, que durante once años no se pudo realizar, por motivos de los que ahora ya nadie quiere hablar.
Durante esos ocho días con sus noches que duró el festival, las principales calles de la ciudad fueron literalmente tomadas por el arte. Jóvenes de cabello largo, vestidos de jean y camiseta, improvisaban obras de teatro en plena plaza pública, mientras que otros con instrumentos musicales entonaban canciones de Mercedes Sosa, Pablo Milanez y Víctor Jara, entre otros.
El Presidente Betancur fue premonitorio en su discurso inaugural, cuando definió el teatro como el foro de las manifestaciones culturales y “como el espacio para el esparcimiento, pero más para la reflexión”.
De todo eso hubo en Manizales durante los ocho días que duró el festival y que se manifestó desde el mismo momento en que el Presidente levantó oficialmente el telón y 350 jóvenes provenientes de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, España, Estados Unidos, Ecuador, Martinica, Méjico, Dinamarca, Panamá, Perú, Puerto Rico y Venezuela, demostrarían al mundo la actual concepción del teatro en América.
Cambio Radical
Si bien después de once años es de esperarse que ocurran cambios en todos los procesos de la vida, muy pocos esperaban que estos en el teatro fueran tan radicales.
Todos los grupos evidenciaron un cambio en la concepción del teatro, que se manifestó desde la misma escogencia de las obras puestas en escena.
A excepción del Bread and Puppet, las piezas presentadas no tuvieron ese contenido político y si se quiere panfletario que se observó en el último festival y que predominó en el movimiento teatral de la década del setenta.
Las obras en las que en un lado del escenario se colocaba a los obreros o al pueblo reprimido pero dispuesto a liberarse de sus cadenas y, en el otro, al gobierno represivo con escenografías escasas, fueron remplazadas por dramas de índole social, religioso o sexual.
Estos temas fueron representados crudamente por los grupos, “Teatro Rodante” de Puerto Rico, con “La Calle Simpson”, la historia de una familia latina que viaja a Nueva York en busca de nuevos horizontes y son absorbidos por la maquinaria norteamericana, hasta el punto de perder su identidad, e incluso su idioma.
El Grupo de Raúl Osorio, de Chile presentó con una magnífica actuación, las aspiraciones e ilusiones que tienen los mendigos en medio de los basureros donde viven, obra que tocó la fibra sensitiva de los presentes.
El problema religioso fue puesto en escena magistralmente por el grupo anfitrión, “El Teatro Escuela Satírica”, con la obra “El Místico Burdel”, del dramaturgo colombiano Nestor Gustavo Díaz, quien narra la persecución de que fuera víctima, por parte del Clero Manizalita, la monja Anatolia Meza Romero, de quien se dice en Manizales fue una prostituta y tuvo una hija, antes de ser religiosa.
La represión sexual, tema tabú incluso para el teatro de los 70, en esta oportunidad fue abordada por el grupo “Ornitorrinco” del Brasil, con la puesta en escena de “El Bello Indiferente”, escrita por Jean Cocteam.
Cocteam escribió la historia de una cantante decadente, alcohólica y solitaria que tiene relaciones con un hombre indiferente a quien siempre espera pero el cual nunca le brinda la satisfacción que ella le pide.
Se diría, pues, que el concepto del arte y, sobre todo, del teatro en Latinoamérica rompió en este festival esa visión estrecha de los temas eminentemente políticos y abarcó otros campos no tenidos en cuenta anteriormente, con una concepción diferente, menos rebelde, más artística.
Al final, en la evaluación del festival, si nos remitimos únicamente al público, no queda duda de que con sus aplausos lo calificó con un diez.
Diario del Caribe
Vl Festival de Teatro de Manizales : Más humano y menos panfletario
30 de Septiembre de 1984
Enviado Especial
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