El 24 de diciembre de 1914, durante la primera guerra mundial, un par de soldados del ejército Alemán se asomaron desarmados sobre sus parapetos y gritaron a los soldados ingleses contra los que combatían:
– Feliz Navidad –
Segundos después todos los soldados de ambos bandos que apenas el día anterior se mataban entre sí, salieron desarmados de sus trincheras e intercambiaron sus buenos deseos y los pocos cigarrillos y alimentos que les quedaban.
Confraternizaron en tierra de nadie en medio de los cuerpos inertes de otros combatientes a quienes ellos mismos habían eliminado bajo el fragor irracional de la batalla.
La historia cuenta que se realizó una ceremonia religiosa en la que muchos de esos cadáveres fueron sepultados con soldados de ambos frentes llorando a los caídos. Al final todos disfrutaron de la paz de la Nochebuena cantando villancicos, en especial Noche de Paz
Noche de paz
noche de amor
todo duerme alrededor
entre los astros que esparcen su luz
viene anunciando al niño Jesús
brilla la estrella de paz!
brilla la estrella de amor!
Fue la tregua más emotiva e impactante que ha existido en toda la historia bélica de la humanidad porque se realizó pese al desacuerdo de los altos mandos militares, que nada pudieron hacer para impedir el deseo de los soldados de recibir la Nochebuena, acallando el grito de odio de las armas, para escuchar solo el elocuente silencio de los sentimientos.
Treguas como esa se realizaron posteriormente en otros frentes de batallas y en otras guerras, a pesar del juramento de los comandantes militares de emprender acciones para impedirlo, como ordenar bombardeos de la artillería en víspera de las festividades navideñas, o rotar las tropas por los diferentes frentes para evitar que se familiarizara con el enemigo.

Una cruz, construida cerca de Ypres en Bélgica en 1999, para conmemorar el sitio de la tregua de Navidad de 1914
Sin embargo ninguna de esas medidas fueron suficientes para derrotar el espíritu navideño que las motivó, porque a esta le siguieron otros armisticios que si bien no fueron trascendentes, algunos alcanzaron relevancia, como el que se llevó a cabo en las pascuas de 1916 y el de la batalla de Stalingrado, 30 años después, en la segunda guerra mundial.
No encontré ninguna reseña que explicara el por qué los soldados esperaron el 24 de diciembre para proponer una tregua y no cualquier otro día antes o después de la navidad, aunque todo indica que actuaron impulsados por la profunda fe religiosa y el convencimiento de que en una fecha tan importante para el catolicismo, ningún cristiano del mundo preferirá otra cosa distinta que celebrar sin odio, el nacimiento de Jesús.
Confieso el maravilloso encanto que tiene para mí la navidad y el extraordinario respeto y espiritualidad que me inspira el 24 de diciembre, como fecha especialmente significativa para despojarnos de rencores y abrir nuestra mente y corazón a la reconciliación.
Es por eso que, emulando a los soldados alemanes e ingleses, les propongo que a partir de este momento, hagamos una tregua en los conflictos que tengamos con nuestros familiares, amigos, compañeros y en general todas las personas de nuestro entorno, pidiendo perdón por los errores cometidos y aceptando el perdón de quienes nos hayan ofendido.
Soy un convencido que la solución de los pequeños conflictos evitan las grandes batallas y que una mano tendida a la reconciliación es el primer paso para aclarar malos entendidos, diferencias, desacuerdos, enfrentamientos y pequeños odios que a la larga llevan a la destrucción de una relación.
Son muchas las veces en la que un mal entendido o una disculpa no ofrecida a tiempo es un detonante para hacer estallar viejos desacuerdos que no hemos aclarado en su momento, porque en la mayoría de los casos creemos que debe ser el otro quien pida perdón.
Emulemos también en eso a los soldados alemanes de 1914 y seamos cada uno de nosotros los primeros en abandonar nuestra trinchera, eso sí, para siempre y pidamos perdón a quien tengamos que pedírselo y dejar así el corazón libre de agobios y resentimientos para recibir en paz con nosotros mismo la Nochebuena.
Predicaré con el ejemplo porque al leer mis propias palabras siento que no sería honesto conmigo, ni con ustedes que tienen la deferencia de leer estas líneas, sino soy el primero en pedir perdón a mis familiares, amigos y compañeros por los momentos en los que olvidé todo el cariño, las atenciones y los favores que he recibido de ellos y no les perdoné una equivocación o un error, cuando debí hacerlo.
Pido también perdón y perdono a los amigos a los que la frialdad de la distancia, prolongada en tantos años de ausencia, nos haya hecho olvidar detalles que han podido resquebrajar el cariño sobre el que construimos nuestra amistad.
Y sobre todo pido perdón a Dios, por no agradecerle en su justa medida, las bendiciones recibidas, sin las cuales hubiese sido imposible sobrellevar los momentos de dificultad.
Tengo la seguridad que con el corazón libre de resentimientos, nos sentaremos a la mesa y disfrutaremos con dignidad la cena de navidad o la cena de año nuevo y cualquiera de las dos noches será verdaderamente buena, si al alzar nuestras copas una sonrisa sincera precede nuestro deseo de Feliz Navidad o Feliz Año Nuevo.
10relatos10emociones@gmail.com
Hola me gustó mucho este relato, desafortunadamente yo no se perdonar es más no quiero perdonar a alguien que me hizo mal. Un abrazo y feliz navidad!
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Muy emotivo este relato
Feliz navidad a ti y tu familia!!
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