Juanito: MUJER, cueste lo que cueste Capitulo I

El próximo 30 de noviembre  se cumplen 42 años de uno de los crímenes que más ha conmovido a la sociedad en Barranquilla, Colombia, por la forma tan violenta, cruel y despiadada en la que un hijo asesina a sus padres, porque estos se negaron a financiarle una operación de cambio de sexo.

Como ya se lo imaginaran algunos, nos referimos al asesinato del matrimonio, Senior Slapack de manos de su propio hijo, Juan Senior Slapack, alias Juanito, cuyo caso paso a la historia judicial de la ciudad, al ser el primer asesino en ser declarado como inimputable por el Tribunal Superior de Justicia del Departamento del Atlántico y por ende exonerado de pagar condena en una cárcel.

Este parricidio, por la forma tan sangrienta en que fue cometido, al degollarlos y cortarles las venas de las manos a los ancianos, así como el motivo que  llevó a Juanito a actuar de esa manera tan despiadada, ha trascendido en la memoria de aquellos ciudadanos que, aún después de más de 4 décadas, por estas fechas, recordamos sin dejar de horrorizarnos, detalles de aquella tragedia.

Como saben también algunos, ese hecho, ha sido la motivación para escribir mi cuarto libro que he titulado, Juanito: MUJER, cueste lo que cueste,una novela corta en la que narro la historia de un joven que tiene que desarrollarse en una época en la que la homofobia estaba tan marcada en la sociedad, que tener un hijo gay en la familia era lo peor que le podía pasar a todos sus miembros.

Era una vergüenza que había que ocultar por sobre todas las cosas, sin importarles en lo más mínimo el padecimiento de ese familiar que tenía que desarrollar su vida, con un cuerpo que iba en contravía de su real deseo y sentir sexual.

El título de esta entrada, anuncia el primer capítulo de ese libro.  Así que aquí lo tienen. Espero lo disfruten. Ah y que los atrape la lectura.

Juanito: MUJER, cueste lo que cueste,

Capítulo I

La oficina donde se escuchaba en declaración a los detenidos por la Policía Judicial de Barranquilla, era un recinto estrecho y deplorable, con estanterías repletas de expedientes atados y apilados uno encima de otros, que parecían hacer equilibrio para no caer.

La estancia contaba en una de sus paredes con una ventana de un metro diez por un metro veinte, con marco y hojas de madera y cristal, que los funcionarios cubrían con folios para reducir la intensidad de los rayos del sol que por allí se asomaban, lo cual conseguían, pero acentuaba la luz amarillenta de la bombilla con que se iluminaba el  interior, imprimiendo un aspecto sórdido al lugar.

En la pared del fondo, frente a la puerta de entrada, estaba el escritorio del funcionario encargado de recibir “las versiones libres” de los detenidos, y en el techo, justo en la mitad del recinto, había un ventilador de aspas largas y sucias que giraban sin entusiasmo como cansadas por el esfuerzo.

Juan Chejov Kolpack se encontraba sentado frente al funcionario judicial encargado de mecanografiar su interrogatorio, quien, con un cigarro encendido en la boca, acomodaba un folio en la máquina de escribir.

Aunque en el momento de su captura, Juan Chejov Kolpack sufrió un ataque de nervios, ahora frente al funcionario de la Policía Judicial se notaba sereno, tranquilo y hasta algo indiferente.

Calzaba unos zapatos negros de suela de caucho sin tacones, muy usados en la época y conocidos como “las abuelitas”; un calzado muy cómodo para andar, preferido por las personas mayores de edad. Juan Chejov Kolpack les había cortado la parte que correspondía a la protección del talón para llevarlas al estilo sandalias, y hacerlas más confortables aún.

Vestía un jean azul con correderas en los laterales de las piernas y una camiseta de color blanco que tenía escrito en el pecho la inscripción “El Revoleático”, nombre de una canción muy escuchada y popularizada en esa época por el grupo musical El Combo Nutibara, interpretada por su compositor Alcides Díaz.

Después de las preguntas de rigor referentes a sus datos personales, un oficial de la Policía de estatura mediana, piel blanca y cabellos negros lacios y corto, con tres barras bordadas en el uniforme que indicaban que era capitán, se dirigió al capturado y con el rigor propio de la situación dijo.

Juan Chejov Kolpack, sírvase narrar libre y espontáneamente cómo se desarrollaron los hechos en los que perdieron la vida sus padres, Juan Chejov Niessenbum y Raquel Kolpack de Chejov.

Juan Chejov comenzó a hablar sin manifestar ninguna perturbación en su semblante. Mirando indiferente el movimiento de las manos del funcionario judicial, quien tecleaba con agilidad cada una de sus palabras.

– Hoy en la mañana mis padres comenzaron a atacarme con un cuchillo, yo me defendí y en ese acto personal, los aporreé y se fueron al suelo. Al ver que ellos estaban extremadamente golpeados, les corté las venas de los brazos y el cuello para que se le saliera la sangre de las arterias y a causa de que se quedaron sin sangre, el corazón se les paró, agonizaron y murieron.

El investigador se giró un poco, estiró el brazo derecho hasta la mesa y alcanzó una bolsa de plástico que contenía un cuchillo de cocina. Lo extrajo, y mostrándolo al interrogado le preguntó:

Este cuchillo que se le pone de presente con manchas de sangre fue el que usted utilizó para cortar las venas a sus padres. Insistió el funcionario con voz autoritaria.

Juan Chejov miró la bolsa que el oficial le puso frente a sus ojos y vio el cuchillo manchado de sangre, lo mismo que algunos tramos del interior de la bolsa, lo que hacía suponer que no estaba del todo seca cuando fue introducido. Era grande, con una cacha de madera encajada y fijada con tres remaches a la hoja de metal.

– Sí, ese es. – respondió con indiferencia.

– Diga qué lo llevó a cometer este crimen contra sus padres.

– Porque ellos trataron de matarme con ese cuchillo. – Dijo Juan Chejov señalando el elemento.

– ¿Qué otras personas se encontraban presentes en el lugar de los hechos?

– Marina, la sirvienta.

En ningún momento de la declaración cambió la actitud fría e indiferente con la que entró a la sala de interrogatorio. Narró los detalles sin mostrar el más mínimo remordimiento ni un asomo de dolor por ser sus padres, las víctimas de los asesinatos que acababa de cometer.

Desde el mismo momento de su captura, los residentes en la ciudad pasaron del asombro y la consternación a la curiosidad e incluso intriga, por conocer los retorcidos motivos que llevaron a Juan Chejov Kolpack a convertirlo en un asesino despiadado.

Barranquilla era entonces una de las ciudades del Caribe colombiano que se caracterizaba por la tranquilidad, amabilidad y la alegría de sus residentes. Allí los casos de asesinatos eran pocos frecuentes, y mucho menos de la magnitud de un parricidio cometido con tanta crueldad, en el seno de una de las familias prestantes de la ciudad.

Al terminar su declaración fue recluido inicialmente en la cárcel Municipal de Barranquilla, y allí el periodista Gaspar Hernández Caamaño logró la primera entrevista del confeso parricida.

Sin embargo, pese a su habilidad periodística, Gaspar no consiguió durante la entrevista que Juan Chejov volviera a reconocer que había sido el autor de la muerte de sus padres tal como lo confesó ante los funcionarios judiciales,  apenas unas horas antes.

El entrevistado contestó al reportero respuestas inconexas y en ocasiones tan estrafalarias que provocaron desconcierto a la ciudadanía que, no sabía si estaba ante un asesino despiadado y cínico o frente un drogadicto a quien los demonios de los estupefacientes lo habían empujado a masacrar a sus ancianos padres.

En su introducción a la entrevista el periodista describió a Juan Chejov como poseído de una superioridad que rayaba en el egocentrismo de una vedette, y atribuyó esa actitud al hecho de que su entrevistado se sentía incitado por la curiosidad de los reclusos de la cárcel que en el momento de la entrevista se aglomeraron en las rejas de su celda para verlo y escucharlo.

– ¿Cómo te sientes? – Comenzó preguntando el periodista.

¡Yo aquí sobre este poco de mierda, con ganas de salir de aquí, cuadro! ¡Entrevísteme en otra parte, sáqueme de aquí! Yo lavé esto, pero todavía está sucio. – Contestó Juan Chejov con voz enérgica y señalando el piso de la celda. Miró las rejas con fastidio y distinguió a algunos reclusos para quienes el nuevo interno era una atracción y se pegaban a los hierros sin cansarse de observarlo.

– ¿Cómo te sientes físicamente, has comido?

A veces como. Cuando me canso, como.

– ¿Cómo pasaste la noche?

En la casa.

– Me refiero a después de la detención ¿Dónde te tenían? 

Nada, sino que me encontraron sin cédula. Yo no tengo cédula porque se me perdió. Se me desapareció del bolsillo derecho del pantalón. Yo la tenía aquí – se lleva la mano hasta el bolsillo derecho, escruta y luego continúa – y no la volví a encontrar más nunca.

– ¿En qué parte naciste?

Yo no sé dónde nací. – Se va hacia atrás de la reja estirándose sobre los brazos y hunde lentamente la cabeza para seguir respondiendo con desdén – No, yo nací el 27 de febrero de 1952.

– ¿En qué colegios estudiaste?

Llegué hasta sexto de bachillerato, pero no lo terminé. A la larga nunca le paré bolas al colegio.

– ¿Qué hiciste con tus padres?

A mí me parece que lo mejor es prohibir la alimentación porque ya el planeta está muy poblado de gente. Hay que fumar marihuana para no… Entiendes, para no contaminar los ríos y la naturaleza. Hay que eliminar la defecación y la orinada, con la marihuana es con lo único que se puede conseguir. Olvídese de medicamentos, de… de todo solamente con la marihuana es suficiente.

– ¿Y tus padres? – Insistió el periodista.

Y la vida se le prolonga mucho más tiempo.

– ¿Qué hiciste con tus padres?

Cuando vayan a fumar marihuana sáquenle las pepas huélanla bien. Si el camello se las vende con mal olor, lávenla con agua. Se compran una estufa, la cocinan en agua caliente, después la cogen y la secan, la desmenuzan, la sacan del agua y la baten con una espátula para secarla bien. Después se le hace la limpieza, se le quita las semillas y sale picadura de marihuana, picadura, o sea pepitas pequeñas. La marihuana, la marihuana… un… un… La planta de marihuana es toda igualita desde el tallo hasta la hoja.

-Pero, ¿qué hay de tus padres, tú sabes dónde están?

– Yo no tengo ni mamá ni papá, cuadro.

 El libro se puede adquirir, en formato impreso o digital, en http://www.Amazon libro, escribiendo en el buscador Alfonso Ricaurte.

También lo puedes adquirir impreso en Barranquilla, Colombia, en Refricountry. Calle 76 # 6540.

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