Cuidado con el inconformismo estéril

Hay una línea muy delgada entre lo que es el principio de superación o la motivación por aspirar a conseguir algo mejor, y lo que es la ambición. Y una diferencia muy grande, a donde nos lleva la una o la otra.

Esa línea es la frontera entre lo positivo y lo negativo, por lo que traspasarla significara un cambio radical en nuestra vida ya que se pasa de héroe a villano; o de ejemplo de emprendimiento a insaciable depredador, o simplemente a un perdedor.

Aclaro desde ya que este no será un artículo de motivación personal a la superación, ni a la búsqueda del éxito, ni mucho menos para incentivar la aspiración por un futuro mejor, porque no soy un experto en el tema ni uno de esos Coaching, que aún están de moda.

Estas líneas son una reflexión personal que surge del comentario que me hizo una persona cuya carrera por superar metas cada vez mayores y buscar un bienestar cada vez de más calidad, la llevó a una ambición tal que llegó a menospreciar sus propios logros, porque tan pronto como los conseguía, le surgía un deseo aun mayor por alcanzar.

Me comentó que no se dio cuenta en que momento su prioridad dejo de ser la motivación y se convirtió en ambición. En qué momento dejo de ser un deseo por alcanzar objetivos de bienestar, y pasó a ser una necesidad para sentir que tenía más poder y estaba un paso más adelante que los demás.

La Real Academia Española de la Lengua, define la ambición como “Deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama.

Soy consciente de las distintas interpretaciones que hay sobre la ambición, por lo que dejo claro  que me referiré en este escrito a la ambición en la estricta definición de la RAE.

Algunos especialistas en motivación o superación personal, recurren a incentivar la ambición, argumentando que si se hace uso de ella en determinada medida, nos impulsara a esforzarnos para conseguir un cambio en nuestras vidas.

Para mí  es una manipulación peligrosa teniendo en cuenta los estudios que han comprobado su definición y porque soy un convencido que ambicionar algo nos puede llevar a justificar los medios para conseguirlo.

Definitivamente rechazo la ambición como motor de la superación por el objetivo que la inspira, “deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama” según la definición de la RAE.

Cuando se habla de motivación el sólo mencionarla nos lleva a evocar acciones que nos permitan conseguir un logro, un objetivo o aliviar alguna necesidad y lo que es mejor nos evoca el disfrute de ese logro conseguido.

Para mí la motivación te impulsa a conseguir a alcanzar y la ambición a tener a poseer.

Con la primera disfrutas de los logros alcanzados, mientras que la segunda te lleva a un inconformismo estéril.

Especialistas en temas motivacionales aseguran que al llegar a este punto, saltan todas las alarmas, porque consideran que se está a un paso de convertirse  en un inconformista crónico, una etapa en la que ninguno de los logros te  satisfacerá y anularas tu capacidad de disfrutar de las cosas que antes te hacían feliz.

La Filóloga Laura Sánchez, en uno de sus estudios titulado el inconformismo crónico sinónimo de infelicidad, sostiene que  la mayoría de las personas somos inconformistas en algún momento o en algún aspecto de nuestras vidas y eso hace que nos motivemos para trabajar hasta conseguir que los resultados se acerquen a lo que esperamos; o a cambiar algo que no nos gusta o incluso a luchar por encontrar la justicia cuando algo nos parece injusto.

Sin embargo advierte que como todo en la vida, “en el punto medio está la virtud porque no conformarnos con nada nos puede llevar a la desesperanza de creer que nada es lo que esperabas, que nada parece suficiente, una actitud que puede acabar amargándonos la vida.

Confieso que espero que esta entrada te guste y me lo demuestres dándole un like, aunque también te confieso que no me amarga la vida si no lo haces.

Hasta la próxima.

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